Educar es prevenir


No hay una fórmula mágica para derrotar el auge de las drogas en nuestro país y en el mundo. La prevención es la medida más efectiva que podemos tomar como padres y representantes responsables. Esta prevención exige un trabajo duro y constante que permita desarrollar en nuestros hijos y representados sus capacidades y destrezas para defenderse de las drogas. Para lograrlo, debemos seguir pasos muy concretos.
  • Sembrar en nuestra familia los valores de responsabilidad, disciplina, solidaridad y compromiso social.
  • Respetar al joven y al niño como individuos capaces de opinar, decidir y participar en la vida familiar y escolar.
  • Orientar al joven y al niño sobre el uso de su tiempo libre.
  • Educar al joven y al niño para que se estimen y se respeten a sí mismos.
  • Enseñar con el ejemplo propio.
  • Conversar frecuentemente con niños y jóvenes sobre este tema.
  • Hablar sobre los mensajes que transmiten los medios de comunicación.
  • Compartir actividades para estrechar los lazos familiares.
  • Relacionarse con los amigos de los hijos para conocer sus intereses y los lugares que frecuentan.
  • Comunicarse con los hijos, alumnos y jóvenes para discutir las dificultades que puedan surgir en su entorno.
  • Asumir posiciones claras y firmes al hablar de las drogas.
La responsabilidad en el núcleo familiar
Muchos padres responsabilizan a "las malas compañías" de conducir a sus hijos por el camino, pero la realidad es que a veces, la familia, sin darse cuenta, puede propiciar en el niño o el joven, el uso de drogas por varias razones:
  • Ausencia física de los padres u otros miembros de la familia.
  • Falta de apoyo emocional.
  • No establecer normas y límites.
  • No construir auténticas relaciones de afecto y limitarse a dar alimento, objetos y dinero.
  • Sobreproteger a los hijos, ignorar sus capacidades y no permitir su independencia.
  • Exceso de autoridad, que se manifiesta en frecuentes maltratos y castigos.
  • Permanente clima de discusión, tensión e incomunicación.
  • Despreocupación total por satisfacer las necesidades básicas de alimento, vestido, educación, recreación y afecto, creyendo que cuanto más trabajo pasen nuestros hijos, más aprenderán.
  • Poseer antecedentes familiares de consumo de drogas.
  • Predicar conductas que no se practican.